Si ustedes tuvieran que escuchar hablar de ciertas obras del teatro del Siglo de Oro español, como por ejemplo El Hamete de Toledo, Los bandos de Verona, Los baños de Argel, o Los amantes de Teruel, seguro que no les extrañaría que el ponente, con la mejor intención didáctica, hablara tanto de la trama que sustenta cada una de estas piezas, sus personajes, conflictos, polimetría versal, etcétera, como de los lugares o espacios físicos en que se supone ocurre la acción, las ciudades de Toledo, Verona, Argel o Teruel. Y nadie se asombraría ni extrañaría de ello. Por Paco Alberola.
Este rasgo característico toponímico, que a su vez subraya y localiza la trama, no sería óbice o impedimento para disfrutar de la representación de cualesquiera de estas cuatro piezas teatrales áureas, pues, además, todas se presentan firmadas por autor conocido y reconocido como son Lope de Vega, Rojas Zorrilla, Cervantes y Rey de Artieda. ¿Correcto?
Sin embargo, cuando se mencionan otras obras como Privanza y caída del Conde Duque de Olivares, de Salucio del Poyo, por poner un ejemplo, o la Comedia del Recibimiento, de Bartolomé Cairasco de Figueroa, por poner otro, nos quedamos con el pie cambiado. Sobre todo, y particularmente, si hablamos de esta última.
Y esto ocurre, a mi entender, por dos razones: la primera, por nuestro completo y absoluto desconocimiento de la existencia de tal autor y tal obra; y, la segunda, porque, al leer la introducción a la misma, venimos en conocimiento de que en ella se reivindica una particular región, territorio, gentes, lengua, idiosincrasia, etcétera, cosa que nos pone un poco en estado de alerta. ¿Podrían ser reminiscencias de programas de ensalzamiento impulsados por particulares administraciones regionales de antaño, que en varias ocasiones nos han vendido gato por liebre? Podría ser. Y eso nos puede llegar a ocurrir cuando conocemos que laComedia del Recibimiento trata de las Islas Canarias; entonces, la alerta salta. Y eso nos hace acudir de modo escéptico a su representación.
Algo de todo esto nos ha ocurrido cuando hace unos días fuimos invitados a ver el estreno de la pieza teatral que lleva ese título: Comedia del Recibimiento, dentro del Festival Iberoamericano de Teatro. Clásicos en Alcalá.
Con apenas unos minutos de espectáculo sabía que aquello era distinto. Me daba el aire de ser un buen trabajo, confirmado prestamente por la entereza, la seguridad, la precisión con que se movían los personajes, la alegría que como tales transmitían, la generosidad de una escenografía justificadísima y eficientísima, la interpretación exquisita, el ritmo en el decir, en el jugar los espacios… era magia lo que la Compañía Euroescena nos estaba regalando.
Comprendí enseguida que Comedia del Recibimiento es un cuento; que a través de él, cuento ancestral y cuna, se mecen y debaten dos mundos antagónicos, disimiles y también parejos y complementarios; que a modo de pelea dialéctica por un lado, y física por otro, se enfrentan dos pueblos –el peninsular y el insular-, dos oficios diplomáticos –la iglesia y el gobierno local-, dos lenguas -la castellana, erudita, en verso; y el guanche, popular-; y hasta dentro del mismo pueblo canario se enfrentan dos posiciones paradójicas: a favor o en contra de la modernidad que aportarían los que desde fuera arriban.
La Comedia del Recibimiento, para ello, se apoya en dos o tres elementos importantísimos: el primero, la escenografía –de José Luis Massó-, sobria, regia y dócil, humilde a la vez, capaz de sugerirnos tanto la fortuna y pomposidad del palacio como la nobleza y dignidad y frondosidad de los bosques, apoyada fuertemente por una iluminación -José Manuel Guerra-, ambiental que realza emocionalmente las situaciones, o por una iluminación específica, particular que acota exactamente los puntos de atención tan precisos en esta loa o alabanza. Lo siguiente que hay que destacar, sin lugar a duda, es la ambientación sonoro musical –Isabel Álvarez-, excelsa, de una belleza sublime, ejecutada por dos intérpretes -Javier Mederos y Eduardo Corcuera-, ocultos al público, al modo antiguo –lo comenta Cervantes en el prólogo a sus novelas ejemplares- a los que a veces se les ve como en un teatrillo de sombras –recurso válido excelente de puesta en escena-.
Del tercer elemento, que he guardado para el final, se sintetiza en apenas cuatro frases: la interpretación: cuerpo, movimiento, ritmo y voz –Maykol Hernández, Juan Carlos Castillejo, Clara Chacón, Alexia Rodríguez, Thania Gil, José Luis Massó, Efraín Martín, Abraham Santacruz y José Díaz- ; la dinámica versión libre de la comedia original realizada por Inma Chacón, y la puesta en escena y dirección de actores –Rafael Rodríguez-, maestría, destreza y pericia para conformar, por ejemplo, las relaciones entre los distintos personajes, para dar credibilidad a sus acciones, para trascender la anécdota particular y mostrar que lo que se está representando es arte y es el arte del teatro, más allá de que se hable de aquí o de allí, de La Palma, de Teruel, de Verona o de Argel… como decíamos al principio. Es bueno el espectáculo y es necesario aplaudir propuestas arriesgadas como esta y otras en las que se pone mucho al servicio del ciudadano y la cultura. Detrás, sin lugar a dudas, hay un buen y grande equipo de trabajo. Lo sabemos.
Decía el maestro Pepe Estruch: “El teatro es el arte antes de todas las artes; el núcleo primitivo desde donde ellas nacen divergiendo”.
Comedia del Recibimiento tiene algo de ese núcleo primitivo del que hablaba el dómine en sus escritos de teatro. Invito a descubrirla/o.
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola